Sábado 26 de junio.
9:00 PM.
Llega la brigada priísta al estadio Cuauhtémoc para preparar el escenario para el cierre de campaña del candidato a la gubernatura, Javier López Zavala.
Pero la sorpresa fue mayúscula: el estadio estaba tapizado de propaganda de Rafael Moreno Valle: lonas y mantas del magisterio, de Convergencia, del PRD, del PAN cubrían toda la inmensidad del edificio, y como si eso no fuera suficiente, confeti, listones, propaganda, botellas de agua, de fruta, cualquier tipo de comestible ya de difícil identificación pero de olor espantoso cubrían desde la cancha hasta el rincón más alto de los palcos.
La pregunta era ¿quién iba a limpiar semejante porquería?
Los abogados, militantes de cepa, ayudantes, estrategas, todos respondieron a la orden del secretario de organización, Pérez Marín: tomaron las escobas y se pusieron a limpiar. Bolsas y bolsas y bolsas negras se anudaban en una fila interminable.
10.PM
Se le informa al candidato que el estadio está hecho un desastre, y que después de una hora de trabajo desesperado, ni el 10% del inmueble está limpio: hacen falta manos, además, se está retrasando la labor principal: vestir el estadio para el evento, la colocación de la propaganda del PRI, la instalación del equipo de sonido, de sillas, del templete, y definir la logística del cierre de campaña en general.
La labor es titánica y se presume imposible tener todo listo para el domingo a las 11 de la mañana. Ése es el informe que se le pasa a López Zavala.
11.PM
El candidato a la gubernatura por Alianza Puebla Avanza empieza a supervisar la logística y empieza a dudar de su efectividad tras recibir un sinnúmero de llamadas de líderes del interior del estado de líderes priístas quejándose de que o no recibieron la invitación, o no fueron requeridos para el evento, o de plano, se enteraron por los medios de comunicación de que el cierre de campaña sería el domingo.
López Zavala decide cita a su bunker a una junta de emergencia en el Cuauhtémoc.
12.PM
Llegan al estadio López Zavala, Alejandro Armenta, José Luis Márquez, Jesús Morales Flores y comitiva: comprueban con sus propios ojos que el lugar es un muladar y ninguna lona, manta, ni templete, ni equipo había sido todavía montado.
A Zavala se le descompone el rostro. La avanzada se da cuenta de su llegada y corean porras: ¡Zavala gobernador!, ¡Ya ganamos!, pero el candidato no les presta atención: está molesto y preocupado.
Uno de sus asistentes prende su laptop y le muestra el video del cierre de campaña de su adversario, sucedido hace unas cuantas horas en el mismo lugar: “llegaron más de 100 mil gentes, pero no se preocupe candidato, lo llenó con puro chamaquito de la secu, y aca con puro acarreado, de este lado están los del magisterio que vienen de Hidalgo, Tlaxcala y Morelos”.
Zavala miró con incredulidad a su informante, salió del área de cancha para buscar privacidad en uno de los túneles, junto con sus colaboradores: fue ahí donde puso sobre la mesa la duda que ya cercenaba el ambiente tricolor: reclamó la desinformación entre la militancia priísta sobre el acto más importante de campaña: el cierre, y si no superaban al del adversario quedarían evidenciados: preferible cancelar antes del ridículo, y encima reciben un estadio convertido en pocilga… mejor cancelar.
Alejandro Armenta intentó calmarlo: respecto a la logística todo estaba calculado: todos fueron notificados y confirmados en tiempo y forma.
Pero Armenta salió inmediatamente del túnel para ir en busca de Pérez Marín: y mientras lo encontraban, empezó a preguntar a sus subalternos: ¿ya le avisaron a Cuevas, a Pérez, a Toño…? El desfile de nombres, la mayoría, tuvo una negativa… nadie les había avisado.
Zavala tenía razón.
Y Armenta cometió el error de dar por hecho una acción tan básica como llamar y organizar la movilización del cierre con los líderes principales del interior del estado.
Por fin noticias de Pérez Marín: estaba junto con el equipo de estrategas y abogados barriendo el estadio.
Y Armenta grita ¡&%$, Pérez Marín no esta aquí para barrer el estadio, a la otra lo nombramos mejor como encargado de la comisión de Limpia!
Pero la respuesta enviada por Pérez Marín terminó por reventar las buenas formas y la poca paciencia guardada: “pues dice Pérez Marín que entonces venga el lic. Armenta a barrer, porque no hay nadie que lo haga”.
¿Y los jóvenes del PRI?
¿Y los del ayuntamiento?
¿Y los universitarios?
¿Y el organismo de mujeres?
Quién sabe.
La brigada de logística, los defensores del voto, el contencioso electoral, los movilizadores y estrategas electorales, sucios y cansados ya, se enteraron del llamado de Armenta para dar preferencia a la movilización: “tienen razón el presidente, no somos naranjitas”.
Pero el efecto espejo ya era imparable: Zavala regaña a Armenta, Armenta regaña a Pérez Marín, Pérez Marín a sus subordinados… el nervio, la tensión y el desconcierto estaban desatados.
Domingo 27 de junio
1:00 AM
Zavala, Armenta, Pérez Marín toman finalmente la decisión: posponer el cierre de campaña para el próximo martes. El resto del equipo apoya la moción sin objeción alguna. Era lo mejor. Más valía no correr riesgos innecesarios y preparar un acto impecable, que asegurara un éxito superior al de Moreno Valle.
2.00 AM
Los celulares empezaron a repicar: el cierre se posponía. Se cancela la logística de autobuses, renta del equipamiento y en sí la movilización de miles de priístas de todos rincones del estado. Unos se fueron a bañar, a descansar y a dormir. Otros, a seguir la fiesta a un bar. Otros, a ahogar el desaliento y el mal augurio en un café del Oxxo.
3.00 AM
El gobernador se entera de la decisión de cancelar el evento. El diálogo exacto sólo lo saben dos personas, pero podemos imaginar su contenido a través de la orden: ¡el cierre de campaña, sea como sea, se hace!
La contraorden del gobernador sacó a todos de sus camas, de la fiesta, de la inmovilidad y del derrotismo.
Mario Marín llego a poner orden.
Finalmente, el resto de la historia aparece hoy en todos los medios: el PRI estuvo lejos de cumplir con la promesa de llenar dos veces el estadio Cuauhtémoc, el discurso de Beatriz Paredes se mantuvo lejos de sus alcances y el resto de la militancia cayó en una especie de letargo en un cierre de campaña descafeinado.
Por supuesto que el PRI pudo haber saturado el Cuauhtémoc.
Es el exceso de confianza y las fallas en el primer círculo de confianza del candidato (que a estas alturas son imperdonables) las que provocaron que los zavalistas sufrieran la peor de sus noches.
Hasta este momento, falta la del 4 de julio!!!!!
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